Debutó con Bianchi, fue campeón con Boca, jugó en Irak en plena guerra, pero decidió retirarse a los 32 años y hoy atiende una panadería
“El éxito en la carrera de un jugador es algo que depende de muchísimos detalles. Es algo muy relativo. Podés tener condiciones, pero si no tenés suerte es muy difícil”, dice Víctor Ormazábal, quien se desarrolló como volante por derecha en Boca Juniors entre el 2003 y 2005. Hoy tiene 36 años y trabaja en una panadería en San Isidro.
De su etapa como futbolista le quedan, entre otras cosas, los viajes. Después de Boca, y un paso corto por Temperley y Almirante Brown, se convirtió en un trotamundos. Jugó en Pontevedra, Cádiz y Ceuta de la segunda división de España. Se desempeñó en el Erbil SC de Irak durante la Guerra. Estuvo tres meses en el Maccabi Haifa de Israel; y cerró su carrera en Vietnam, jugando para el Hanoi Football Club y el Ho Chi Minh City.
También, recuerda a Carlos Bianchi, el entrenador que lo hizo debutar con la Azul y Oro: “Era un tipo muy directo y sincero, no te pedía nada de otro mundo. ‘Haceme estas dos o tres cositas’, te decía. Te hablaba y salías a jugar relajado. Cada uno aportaba su granito de arena y el equipo funcionaba”, remarcó el volante, quien vistió 32 veces la camiseta xeneize.
Pero su estreno en Boca no fue el que hubiese querido. “No fue mi mejor debut ni el más soñado, pero fue el que me tocó”, recalcó Ormazábal al recordar el día que el Xeneize perdió 7-2 con Rosario Central en Arroyito, allá por julio de 2003.
No obstante, fue campeón de América, compartió plantel con glorias como Carlos Tevez, Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto. Además, fue dirigido por Bianchi y por el Chino Benítez en la Libertadores 2004, hasta que llegó el Chueco Alves para ponerle fin a su carrera en ese club: “Yo tenía una lesión en la columna. Sin embargo, me dijo que no me iba a tener en cuenta. Me salió la oportunidad de irme a Israel a préstamo por un año. Pero tampoco pude desarrollarme por el dolor en la espalda”, cuenta resignado el ex jugador.
En diálogo con Infobae, Ormazábal cuenta sus increíbles vivencias en Asia. Cómo era transitar las calles de Irak y su viaje a Bagdad, epicentro de la Guerra del Golfo.
-¿A qué te dedicás, Víctor?
-Trabajo en una panadería, en La nueva Reina de San Isidro. Hace un par de años que dejé de jugar y nos fuimos de a poco acostumbrando a este laburo. Es una sociedad que tengo con mi cuñado. Atiendo a los clientes y también, cuando es necesario, doy una mano en la producción.
-¿Te reconocen los futboleros?
-No, para nada. Tal vez algún que otro hincha de Boca con muy buena memoria se acuerda de mí, pero generalmente paso desapercibido. Si algún vecino se entera de que jugué en el Xeneize cuando va a la panadería me dice: “Sí, me acuerdo de vos”. Pero pasó mucho tiempo desde que dejé de jugar en el club de la Ribera.
-¿Estás urgido de trabajar?
-Como todos los que tienen que trabajar para vivir y pagar los gastos. Se dio esta oportunidad estando afuera y sabiendo que el día de mañana tenía que hacer algo. Entonces, mi viejo a la distancia me abrió esta ventanita laboral y hoy le doy para adelante.
-¿Vivís cómodo o debés lucharla día a día?
-Por ahora todo va bien. De a poco se está yendo la pandemia y, de esta manera, la situación está regresando a la normalidad. Pero durante los dos últimos años la pasamos mal como todo el mundo. Hoy no nos podemos quejar. Siempre estuvimos abierto por ser un negocio de primera necesidad. Pero los primeros meses abríamos y nadie salía a comprar, no vendíamos nada, porque toda la gente estaba guardada y se hizo muy difícil.
-¿Se nota el cambio de ser futbolista a ser panadero?
-Obviamente que sí. Cuando uno juega, aparte de que es su trabajo y debés cumplir algunas obligaciones, lo disfrutás a full, porque es lo que te gusta. Es tu obligación, pero hacés lo que deseás. Al principio cuesta dejar lo que amás.
-¿Qué recordás de tu paso por Boca?
-Fue de muy chico. Tenía 18 años. Tal vez con una edad más grande y teniendo la cabeza un poco más asentada hubiese cambiado varias cosas y las terminaba desarrollando de otra manera. Pero con el diario del lunes es más fácil hablar.
Le puso punto final a su carrera en Vietnam
-¿De qué te arrepentís?
-Me hubiera gustado llegar al club siendo más grande y con más experiencia en mi lomo. Para mí, no fue para nada fácil. Algo me faltó para triunfar en el Xeneize. Bien no me fue, porque no tuve los partidos que deseaba para poder demostrar un poco más. Yo sé qué para vestir esa camiseta tenés que tener un plus para competir con los compañeros que tuve.
-¿Cómo fue tu debut en la Primera de Boca en ese fatídico 7 a 2 sufrido en Arroyito?
-Fue el 6 de julio de 2003. No fue mi mejor debut ni el más soñado, pero fue el que me tocó. Perdimos por goleada ante Rosario Central y la pasamos muy mal. Después, quedé un año apartado y el 13 de junio de 2004, Bianchi me utilizó contra Olimpo. Ahí pude demostrar un poco más. Frente a Central fue un rejunte de juveniles y el equipo no anduvo. Estadísticamente mi primer partido fue en Arroyito, pero yo siento que fue contra Olimpo en Bahía Blanca, que empatamos 2 a 2.
-¿Por qué no jugaron en Rosario los que venían de ganar la Copa Libertadores 2003?
-Fue el 12 de julio en el Morumbí frente al Santos. Luego, habían llegado a Buenos Aires y se fueron a festejar a la noche el título obtenido. Por ende, el cuerpo técnico decidió que viaje a Rosario un equipo alternativo de juveniles para enfrentarse con Central. La pasamos mal. Para nosotros fue una alegría inmensa jugar en la Primera de Boca.
-Te hizo debutar Bianchi. ¿Qué enseñanza te dejó?
-Era un tipo muy directo y sincero, no te pedía nada de otro mundo. “Haceme estas dos o tres cositas”, te decía. Te hablaba y salías a jugar relajado. Cada uno aportaba su granito de arena y el equipo funcionaba. Yo recién me sumaba al plantel y lo respetaba mucho, no había confianza. Él se mostraba muy atento a todos los jugadores, porque siempre preguntaba cómo se sentía cada uno. Yo lo trataba de usted, porque él imponía respeto.
-¿Cómo se manejaba como líder del grupo?
Tenía más relación con los más grandes, pero quería que el jugador se brindara dentro del campo y que hiciera un esfuerzo por el compañero. Con eso alcanzaba para poder ganar los partidos. Carlos fue casi un padre para nosotros. Cada uno debía aportar su granito de arena. No era un juego vistoso, pero sí muy efectivo y eso era lo que trataba de lograr Bianchi con los chicos que iban saliendo.
-Te sumaste a un plantel consagrado que venía de ganar la Libertadores 2003. ¿Te costó ingresar al grupo?
-No fue fácil. Por eso te digo que con más años la historia hubiese sido otra en algún sentido, porque me encontré con un montón de estrellas que eran mis ídolos hasta ese momento. Y de un momento para el otro, terminás compartiendo el plantel con ellos. Tenés que tener la cabeza muy asentada para manejar la situación. Igualmente, siempre me llevé bien con todos y me dieron una mano los de más experiencia.
-Compartiste plantel con Tevez, Palermo y Guillermo Barros Schelotto, que venían de consagrarse en Boca…
-Al principio imponen respeto, pero cuando va pasando el tiempo sos uno más. Uno debe saber que tiene que hacer las cosas bien para ganarse un lugar. No había problemas en el vestuario, todos tiraban para el mismo lado. Ahora, si las cosas no iban bien, la situación cambiaba mucho.
-Ganaste un título con Boca, la Copa Sudamericana 2004 con el Chino Benítez como entrenador. ¿Fue el mejor momento de tu carrera?
-Sí, porque gané mi primer título como profesional y nada más y nada menos que en Boca. Por suerte, jugué bastante ese torneo y lo pudimos conseguir. Fue una alegría inmensa. Aporté mi granito de arena para conseguirlo. Fue un año bastante complicado, porque no nos estaba yendo bien en los campeonatos. Y ganar un torneo internacional fue como una bocanada de aire.
-¿Cómo era el Apache como compañero?
-Un pibe tranquilo y muy pillo. Siempre se la pasaba en la utilería tomando mate. Se rodeaba de un grupo minúsculo de compañeros que eran los más cercanos. Fíjate que la única foto que conservo con mis compañeros es con él cuando ganamos la Sudamericana.
-¿Por qué lo elegiste a él?
-Porque sabía lo que iba a representar para Boca en un futuro. Se veía venir un gran jugador, que se iba a convertir en ídolo del club. No me saqué fotos con mis ex compañeros y me arrepiento. Sí pudiera volver el tiempo atrás lo haría con todos. Porque nunca pensé que iba a tener una carrera tan corta.
-¿Por qué te fuiste del Xeneize?
Me dijeron que no me iban a tener en cuenta y tuve que partir. Busqué otra salida. Yo estaba lesionado. Tenía una molestia en la espalda.
-¿Quién te comunicó que no eras tenido en cuenta?
-El Chueco Alves, quien estaba de interinato, tras la salida de Benítez. Me dijo que no me iba a tener en cuenta. De esta manera, me reuní con mi representante, con dirigentes del club y me salió la oportunidad de irme a Israel a jugar a préstamo por un año.
-Recalaste en el Maccabi Haifa. ¿Qué balance haces de tu paso por allí?
-No pude jugar por esta lesión que tenía en la espalda. Estuve un par de meses y tuve que regresar a Boca a recuperarme. Hubiese sido una linda oportunidad porque disputaba la Champions League. Estaba Roberto Colautti, a quién conocía del Xeneize. Estuve tres meses y lo más lindo fue vivir en Israel.
-¿Qué fue lo que más te sorprendió?
Encontré un país donde el 50 por ciento de su población sabe hablar en español porque miraban mucho las novelas argentinas. A raíz de eso, entienden el idioma y fue fácil comunicarme. En ese momento, era un éxito la novela “Rebelde Way” e idolatran a Natalia Oreiro. Es muy famosa allí por las novelas de nuestro país. Es increíble. También, cómo era en sí el país.
-¿Dónde vivías?
En Haifa, el norte del país. Israel estaba en guerra. Un día me tuve que meter en el bunker de mi casa por los avisos de bombas que sonaban en la ciudad.
-¿Todas las casas tienen su bunker?
-Sí, es una habitación cerrada que tienen todas las viviendas para que, en caso de que pasara algo, te refugiaras ahí. Cuando se enciende la sirena, debes ir sí o sí. Es un alerta que tiene la ciudad ante los bombardeos.
-¿El día que sonó la alarma qué fue lo primero que hiciste?
-Llamé inmediatamente al traductor y me refugié en el bunker de mi casa. También, me comuniqué con Colautti para preguntarle qué había pasado. Pero sólo fue un aviso y no pasó a mayores.
-Luego, te fuiste a Irak. ¿Cómo fue tu llegada a ese país?
-Cuando vuelvo de España en el 2012, tengo un corto paso por Temperley y luego recalé en Almirante Brown. Estando en la Argentina, me llegó la oportunidad de irme al fútbol iraquí. En ese momento no tenía representante y me manejaba sólo. De esta manera, un agente español, que se dedica a llevar jugadores a Asia, me acercó esta posibilidad. Cuando llegué a Irak, explotó el tema de la guerra. Eso hizo que estuviera un par de meses y me volviera a mi país.
En su tránsito por Irak residió en Erbil, la capital de Kurdistán
-¿Te volviste por temor?
-Había firmado un contrato por seis meses. Pasaron cuatro y la Copa de Asia había concluido. Entonces, como el torneo local era muy cortado por el tema de la guerra, me cansé y hablé con el club para rescindir el vínculo. Pasa que jugabas una fecha el sábado y luego volvías a jugar a los 15 días. No había continuidad. Encima, estaba solo y extrañaba a mi familia.
-¿Pensaste alguna vez “que hago acá”?
-Al principio sí, me quería volver y tenía miedo por la guerra. Para ellos es algo natural y normal. Veía por televisión que estaba entrando el ISIS a la ciudad y matando gente. Me agarró mucho miedo. Yo decía: “No soy de acá, no sé cómo manejarme”. Cuando ingresaron los del Estado Islámico a la ciudad buscaban matarte, organizar un atentado u obligarte a ingresar al grupo terrorista. A los primeros que agarraban siempre eran a los extranjeros.
-¿Dónde residías?
-En Erbil, capital de Kurdistán. Por suerte allí nunca pasó nada. Nunca llegaron a tomarla, pero estuvieron cerca.
-¿Por qué no ingresaron?
-Porque está muy bien cercada. En Erbil están todas las embajadas de los países. Es una zona residencial y muy bien militarizada.
-¿Qué importancia le dan al fútbol en Irak?
-Son muy de ir a la cancha. Pero como estaba todo medio parado por el tema de la guerra, algunos partidos se jugaban sin público. Un día me tocó ir a jugar a Bagdad, ciudad que estaba en pleno conflicto bélico. Tuve que pasar por 300 detectores de bombas y, además, te revisa la policía con perros de pies a cabeza.
-¿Te fue fácil adaptarte a ese país?
-No, para nada. Lo único bueno fue qué cuando disputamos la Copa de Asia no pudimos hacerlo de local por la Guerra, entonces lo hacíamos en países limítrofes. Jugábamos en Jordania. Me la pasé viajando. Allá se juega la Liga de Campeones de Asia, que vendría a ser como la Champions asiática. Íbamos de acá para allá: Líbano, Yemen, Hong-Kong, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Tailandia, Kuwait. Me la pasé viajando de un lado a otro. Por este motivo, pasaba poco tiempo en Erbil. Cuando terminó la competición tuve que regresar y estuve un tiempo sólo. Ahí sí se complicó. Porque vivía en un hotel y casi no salía. Recuerdo que el recepcionista desapareció de un momento para el otro.
-¿Qué le pasó?
-Un día se fue a combatir a la guerra, a defender a su pueblo. Era una persona normal que vos veías caminar por el establecimiento hotelero. Pero a la vez era integrante del ejército. Las calles de la ciudad eran muy tranquilas y podías salir con normalidad, aunque el pánico lo tenías igual. Por ese motivo, no pisaba las calles por miedo, sólo para ir entrenar. Me saturó el momento de no viajar más.
-Luego, te fuiste al Ho Chi Minh City de Vietnam…
Sí. Recalé ahí por un compatriota, Gonzalo Marronkle, ex Lanús. Él estaba jugando es ese club y me recomendó. Estuve tres años en esa liga: dos temporadas en el Ha Noi y una en Ho Chi Minh City.
-¿Cómo es la liga de fútbol de Vietnam?
-Es un fútbol más nuevo. Pero ellos son chiquitos y les falta un poco de roce. Irak a nivel selección es bastante fuerte. En cambio, Vietnam recién ahora está disputando las clasificaciones a los Mundiales porque antes era impensable. El fútbol crece día a día. Fue una linda experiencia para mí y mi familia.
-¿Es un país futbolero?
-Sí, son 90 millones de personas y a la mitad le gusta el fútbol. Van mucho a la cancha cuando juega su seleccionado. Por el torneo local, no son muy habitués; van cada tanto. Pero cuando juega su seleccionado los estadios están repletos. Son muy nacionalistas en ese sentido. Cuando juega Vietnam se para el fútbol y más ahora que están disputando la clasificación a Qatar.
-¿Es cierto que jugando para el Ho Chi Minh City ejecutaste un penal y el arquero rival del Long An se dejó hacer el gol?
-Si, es verdad. Fue en mi último año, en el 2017. Era un partido que íbamos 2 a 2 contra Long An. En el minuto 85 nos cobran un claro penal. Pero el rival lo reclamó mucho. Hasta ingresó el técnico rival al campo de juego para retirar a sus jugadores. Finalmente, se quedaron. Y cuando me tocó ejecutar el tiro el arquero estaba dado vuelta. Pateo, convierto y recién ahí retoma su posición. No quería jugar más, porque el árbitro cobró la ejecución. Es más, sacaron del medio, les quitamos la pelota sin problemas y les metimos dos goles más. Hasta que el juez decidió suspender el juego.
-Fue la manera que tuvieron de reclamar entonces…
-Sí, pero al final les terminó pasando factura, porque al capitán y al arquero les dieron dos años de suspensión, como al director técnico y al presidente del club.
-¿Por qué te retiraste a los 32 años?
-Me agarró un bajón anímico, porque tenía todo acordado para seguir en Vietnam, pero al final se tiraron para atrás. Además, iba a ser papá, y no apareció ningún otro club. La Liga de Vietnam lo único malo que tiene es el cupo de extranjeros: solo dos por club. Yo jugaba de mediocampista por derecha e intentan siempre reforzar la delantera con esos dos cupos. Si no, algún defensa. También, se hizo difícil seguir desarrollándome porque a los 32 te definen como “viejo”. Entonces, tuve que volverme a la Argentina porque fui papá. Me hubiera gustado ingresar a la cancha con mi hijo, pero no se dio. Fue mi cuenta pendiente. Cuando dejé el futbol, me metí en la panadería.
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