En los barrios populares, 1 de cada 4 chicos abandonó sus estudios en 2020 y aún no se sabe si volvieron a la escuela
Quienes más necesitan de la escuela son los que más lejos de ella estuvieron en 2020. A partir de la suspensión de las clases presenciales, uno de cada cuatro chicos que vive en barrios populares abandonó sus estudios en algún momento del año. Hoy, con una presencialidad que tambalea, ellos volverán a ser los más afectados.
Así se desprende de una encuesta que se realizó en barrios populares de todo el país. Se trata de un relevamiento exploratorio que se hizo a familias de alumnos con edad de primaria. Entre todos ellos, el 9,1% advirtió que el niño no pretendía volver a la escuela en 2021.
Los datos integran un nuevo informe del Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Sandra Ziegler (FLACSO Argentina), Víctor Volman y Federico Braga, y se enfoca en el altísimo riesgo de abandono escolar, principalmente en los hogares de bajos recursos.
De acuerdo a la encuesta, el 5,1% de los chicos no realizó actividades escolares en 2020. Un alto porcentaje (42,3%) le dedicó menos de 3 horas por día a tener clases o hacer tareas. La frecuencia de contacto con la escuela de los alumnos fue dispar: casi el 8% no se comunicó nunca con sus docentes, un 9% entró en contacto solo una vez cada 15 días, mientras que un 35% sí lo pudo hacer todos los días.
Los datos se alinean a lo relevado por el Ministerio de Educación nacional a mediados del año pasado: una brecha enorme entre los niveles de continuidad escolar que pudieron seguir chicos de hogares de mayores y menores ingresos.
Todavía no se sabe cuántos de esos chicos volvieron efectivamente a la escuela. Más allá de que se está avanzando en un sistema para nominalizar los alumnos, recién en septiembre estarán publicados los datos del Relevamiento Anual de 2020. Por lo cual, si los tiempos no se aceleran, el reporte de 2021 recién estaría el año que viene y, en el medio, se estima una pérdida alarmante de chicos.
“El informe evidencia la necesidad de atender prioritariamente y procurar la presencialidad de los estudiantes de sectores vulnerables cada vez que resulte posible, dado que la discontinuidad tiene consecuencias severas y amenaza la escolarización en un nivel -el primario- que se encuentra ampliamente extendido y consolidado en nuestro país”, remarcó Sandra Ziegler, una de las autoras del estudio.
Al margen de lo estrictamente educativo, la escuela cumple un rol fundamental: el de comedor. El 84,4% de las escuelas a las que asisten los alumnos de los barrios populares brindan algún tipo de alimento, ya sea desayuno, almuerzo o merienda. Durante la suspensión de clases, el 43,3% de los estudiantes vio interrumpida la alimentación escolar.
Con las escuelas cerradas, la mitad de los chicos sí recibió asistencia de organizaciones sociales, sobre todo en la provisión de alimentos (39,7%), pero también por medio de clases de apoyo (6,4%) y materiales pedagógicos (3,8%). Entre esas organizaciones aparecen, en primer lugar, espacios comunitarios y barriales (46,2%), seguidos de iglesias (15,4%), ONGs (15,4%), juntas vecinales (10,3%) e instituciones públicas (7,7%).
“La educación no ha logrado construir un vínculo fuerte con los sectores más vulnerables. La conjunción de crisis y discontinuidad produce el abandono”, señaló Guillermina Tiramonti, investigadora de FLACSO. “La encuesta da cuenta del protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil en el apoyo para la sobrevivencia de este sector social, y de la escasísima presencia del Estado en este contexto”.
Al respecto, la especialista planteó un interrogante: “¿Cuál será el destino de los chicos que abandonan la escuela? ¿Qué futuro se construyó para estos chicos a un año de suspensión de las clases presenciales?”.
El informe se basa en un relevamiento realizado en 71 barrios identificados en el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP) y ubicados en diferentes regiones del país. La definición de barrio popular comprende a aquellos aglomerados que integren un mínimo de ocho familias agrupadas o contiguas, en donde más de la mitad de la población no cuente con título de propiedad ni con acceso regular a al menos dos de los servicios básicos -red de agua corriente, red de energía eléctrica con medidor domiciliario y/o red cloacal.
Pese a la participación civil que palió la ausencia de la escuela, Ziegler cree que el riesgo de abandono persiste. “En los contextos de mayor vulnerabilidad social no se logra contrarrestar el riesgo de discontinuidad escolar cuando se interrumpe la asistencia regular a la escuela”, afirmó.
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