La Base Esperanza fue reabastecida y realizó el recambio de la dotación invernante
La base argentina Esperanza, el único asentamiento antártico donde invernan familias, fue reabastecida, se le realizó el recambio de la dotación invernante y replegó a niños y niñas en un helicóptero del rompehielos ARA Almirante Irízar entre este sábado y la madrugada de este domingo, en el marco de la primera etapa de la Campaña Antártica de Verano (CAV).
Con una temperatura de -2 °C y nevada, el buque desembarcó con lanchas y el “grupo Playa” materiales de construcción, víveres refrigerados y congelados, tambores con carga personal y tubos de gas y los depositó en la base administrada por el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar), ubicada en el norte de la península antártica.
La nueva dotación
El rompehielos también trasladó a un grupo de la nueva dotación: 21 personas de un total de 25 que viajaron desde Ciudad de Buenos Aires. Las restantes cuatro continúan este domingo en el buque porque desembarcarán antes de que el Irízar llegue a la base Marambio -se estima que el lunes- en isla Ross, donde construirán un refugio.
Foto: Leo Vaca.
Asimismo, fue replegada de la base el grupo saliente, 60 personas en total. Las familias en helicópteros Sea King, y el resto de la dotación, en lanchas.
La maniobra de repliegue fue interrumpida este domingo a las 3.45 de la madrugada por el incremento del viento del sur, que llegó a ráfagas de hasta 70 km/h y complicó el traslado de los últimos adultos quienes se mojaron con el fuerte oleaje.
Horas antes de esta situación climática, niños y niñas invernantes abordaron, este sábado, la cubierta del Irízar de la mano de sus madres y con sordinas para proteger sus oídos.
“Me gustó ver desde arriba la base y los glaciares”, dijo a Télam Juan, de 11 años, hijo de una familia de la dotación en la cubierta de vuelo, mientras sostenía a su muñeco “Pikachu”.
“Fue lindo vivir en la base, ir a la escuela y jugar con nieve”, agregó.
Foto: Leo Vaca.
La vista aérea muestra a Esperanza como un pequeño poblado. La base está rodeada de glaciares y se destaca el monte Flora.
Al recorrer el lugar a pie se observa que las casas están sujetas con tensores de acero fijados al suelo. Durante el invierno de 2023 tuvieron ráfagas de vientos de hasta 311 km/h, contó a Télam el jefe de base saliente, el teniente coronel Gustavo Cordero Scandolo, quien invernó con su familia en este sitio.
En diversas zonas de la base, miles de pingüinos estaban erguidos e inmóviles. Agrupados, mientras el viento soplaba con nieve, les daban calor a sus pichones.
“Volvemos todos bien y eso es lo más importante”, agregó Cordero Scandolo al recordar que tuvieron un invierno “muy crudo”, con una acumulación de nieve de entre dos y tres metros, sensaciones térmicas de -50°C, y congelamiento de caños, además del efecto de las ráfagas de viento.
Foto: Leo Vaca.
También destacó que la dotación logró construir el laboratorio multidisciplinario; el MAPHI II (Módulo Antártico para la Producción Hidropónica), que continuará; y el proyecto del oleoducto, que alcanzaron a construir 300 m. y faltan terminar 250 m. más.
El oleoducto sirve para trasladar GOA (Gas Oil Antártico) a granel por cañerías, lo que evitará el traslado con camiones hasta las cisternas. Este producto tiene un compuesto que evita el congelamiento, y es utilizado para la calefacción.
En la base, el sargento Mariano Bobadilla, de la localidad bonaerense de San Miguel, fue el encargado de hidroponia (proyecto supervisado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria -INTA- Río Gallegos, que tiene el objetivo de abastecer de vegetales frescos a la dotación) y dijo a Télam que invernar en Esperanza “fue una muy linda experiencia”.
“Acá comemos mucha conserva. Lo bueno de estar en el módulo de hidroponia fue llevar la verdura fresca, porque cambiaba el ánimo a la dotación ver una pizza con rúcula, algo verde”, explicó Bobadilla.
Foto: Leo Vaca.
Por su parte, el nuevo jefe de base, el teniente coronel Juan Paulo Escobedo, que participó del reabastecimiento dijo a esta agencia que “Esperanza es la base más grande que tiene la Argentina en el continente antártico”.
Y agregó: “Mi objetivo es seguir trabajando acá como lo vienen haciendo el resto de las dotaciones en las Antártida; mejorar día a día para que el que viene tenga una mejor base, que hagamos soberanía en este lugar tan inhóspito del continente antártico y colaborar con el personal científico para invernar”.
Oriundo de San Isidro, Buenos Aires, Escobedo tiene seis hijos e invernará en la base con los tres más chicos de 15, 12 y 5 años. Anteriormente fue jefe de las bases San Martín y Decepción; y también fue casco azul.
Las nuevas familias
A la base irán 14 niños/as, de entre 4 y 15 años, dentro de las 9 familias, precisó; y estiman que las familias de la dotación entrante llegarán en marzo.
Entre familias y personal militar invernarán 60 personas en Esperanza, que se destaca por ser la única base argentina que tiene una escuela, la N˚ 38 Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, y la única con radiodifusora, la LRA36 Radio Nacional Arcángel San Gabriel.
“Uno de los nuevos proyectos de Esperanza es instalar un contenedor con la pila de hidrógeno. Este año también vamos a alimentar este laboratorio de hidrógeno combinándolo con otro tipo de fuentes de energía como fotovoltaica y eólica”, adelantó Escobedo.
Foto: Leo Vaca.
También continuarán con el proyecto de hidroponia. Y adelantó que otro de los proyectos que llevarán adelante es lograr tener 5G en la base.
Al regresar de la base al Irízar vía lancha, alrededor de las 21, el cielo continuaba casi tan luminoso y blanco como los glaciares y una bandada de cientos de pingüinos salieron a pescar con un nado sincronizado con salidas e inmersiones constantes y fugaces.
Se espera que este lunes el buque se dirija a la base Marambio, donde las familias salientes de subirán a un vuelo programado para el martes en un Hércules C-130 hacia Río Gallegos y, de ahí, a la estación aérea de El Palomar.
Foto: Leo Vaca.
La colonia de pingüinos. Foto: Leo Vaca.
ASEGURAN QUE LA MAYOR COLONIA DE PINGÜINOS ADELIA DE LAS BASES ARGENTINAS ESTÁ EN ESPERANZA
La bióloga de la Universidad Nacional de La Plata, Rocío Nigro, que realiza su quinta campaña antártica de verano en la base argentina Esperanza como jefa científica dijo que "la mayor colonia de pingüinos Adelia de las bases argentinas está en Esperanza".
"En esta base la colonia de pingüinos está alrededor, pegada, pero también se extiende hasta 3 km más", agregó Nigro, que se encuentra en esta base, junto a otros científicos, desde noviembre.
Para estudiar a los pingüinos caminan unos 5 km sobre un terreno complejo debido a la existencia de piedras filosas y nieve.
"Lo que más nos limita acá es el viento, que en verano puede llegar a ráfagas de 100 km/h, y no te podés mantener en pie afuera", detalló.
El último censo que se hizo en Esperanza fue hace más de 10 años y habían contado alrededor de 104 mil parejas reproductivas de pingüinos Adelia, precisó la científica.
Entre los monitoreos que realiza está el reproductivo y el de "GPS", un pequeño aparato que les colocan a los pingüinos en la espalda por cinco días para registrar el circuito que realizan cuando nadan y buscan alimento.
Los pingüinos Adelia se alimentan únicamente de krill y los Papúa - que también se encuentran en la zona en menor medida- de peces, crustáceos y pulpos.
Desde noviembre, en Esperanza también se encuentran trabajando otros dos grupos de científicos que estarán realizando actividades de investigación este verano.
Entre ellos, "fisiología de pingüinos", en el que miden parámetros hematológicos para evaluar el impacto del cambio climático global y de las actividades antrópicas, sobre parámetros fisiológicos de los pingüinos antárticos Papúa y Adelia; y el grupo "Skuas", que estudia cómo evoluciona el comportamiento, estado fisiológico y dieta de las parejas de skuas pardos y polares que reproducen en la zona de la bahía Esperanza, con el que ayudan a entender cómo funcionan los frágiles ecosistemas antárticos.
"La fisiología de las aves es importante en todos los ambientes porque es un sistema de alerta temprana de cualquier efecto de un impacto natural o antrópico", dijo a Télam María Laura Agüero, de Puerto Madryn, Chubut, quien integra el grupo "fisiología de pingüinos" y Cesimar (Centro para el estudio de sistemas marinos), del Conicet.
"Solo en verano se pueden estudiar los pingüinos porque en septiembre empiezan a llegar los adultos para hacer los nidos y empieza la época reproductora. Y, para febrero o marzo, empiezan a irse de la zona de la base", explicó Guerrero Martins.
Ambas toman muestras cerca de la base, por la antropización que tiene, y después a tres km, donde hay menos impacto humano.
Los skúas son aves predadores de huevos y pichones de otras aves, entre ellas, pingüinos, petreles y gaviotines; y en invierno se vuelven más carroñeros.
En la base, los skúas están dispersos en toda la zona que no está ocupada por el glaciar y "no hacen colonia", contó a Télam el biólogo Diego Torres, que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata con Ecología de Aves y transita su décima campaña de verano estudiándolos.
"Los skúas, como la mayoría de las aves marinas y antárticas, son fieles a la pareja y al lugar", completó el científico, algo que comprobaron porque a algunas parejas les colocan anillos.
De las aves, también toman muestras y evalúan, entre otras cosas, comportamiento, salud y dieta.
A su lado, Aylén De Prinzio (28) de Mar del Plata, licenciada y profesora en Ciencias Biológicas y becaria doctoral del Conicet, realiza su primera campaña antártica de verano.
"Es importante el conocimiento -sobre la fauna- para que la Antártida se conserve lo más prístina posible en las futuras generaciones. Son ecosistemas muy frágiles, pero también increíbles", concluyó.
Foto: Leo Vaca.
Foto: Leo Vaca.
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