La trágica historia del Stroitel Pripyat, el equipo de fútbol que desapareció con la explosión de Chernobyl
En la mañana del 26 de abril de 1986, mientras los jugadores del FC Stroitel Pripyat se entrenaban para jugar la semifinal de la Copa local ante el FC Borodyaka, de repente se encontraron con la sorpresa de que a metros de ellos, en la misma cancha que iba a estrenarse una semana después, aterrizó un helicóptero que los interrumpió.
Los jugadores y el director técnico, absortos, veían bajar gente con protectores y detectores de radiación que al escuchar un “clic” avisaron al plantel que el partido no se jugaría porque había ocurrido un accidente en la plante nuclear “Lenin” de Chernobyl, una ciudad ubicada a 16 kilómetros, moderna y progresista casi en el límite con Bielorrusia, en tiempos de la Unión Soviética.
Como otras ciudades de los alrededores de Chernobyl, Pripyat, fundada en 1970, se construyó con una idea moderna para que fuera habitada por trabajadores y científicos con sus respectivas familias aunque por la fertilidad de las tierras, gracias al río, también vivían muchos granjeros.
La planta comenzó a estar activa en 1977 y Prypiat fue creciendo con hospitales, escuelas y centros deportivos. Tenía un cine, una piscina, parque de atracciones y varias torres para viviendas y ya para 1986 vivían allí 40 mil personas y no es de extrañar entonces que en un país con una gran tradición de fútbol como la URSS, en 1975 se fundara el FC Stroitel Pripyat (“FC Constructores Pripyat”), con el propósito de conformar un equipo exclusivo de trabajadores de la zona, tal como recordó este fin de semana la cuenta de Twitter The Line Breaker.
Se trataba de un equipo amateur, para distraerse de tanto trabajo, que era alentado por sus familiares y la población de la ciudad, y jugaba en la Segunda División amateur regional de la URSS –una especie de Quinta categoría amateur nacional- enfrentando a los equipos del Oblast de Kiev y hasta consiguió el apoyo del director del Departamento de Construcciones, Vasily Kizima, que primero decía que tenía los cuatro turnos de trabajo ocupados como para que jugaran al fútbol, pero luego cambió de opinión ante tanta insistencia (“Déjalos tomar cerveza y descansar y distraerse jugando un rato al fútbol”, le decían, según contó años después en una entrevista con la revista inglesa “Four Fout Two”).
Al poco tiempo, en el FC Stroitel Pripyat se dieron cuenta de que por los resultados y el impulso de la actividad en la ciudad, podían encarar una etapa de crecimiento y comenzaron a traer jugadores experimentados, a los que sí les pagaban. Se los hacía pasar como empleados de la planta nuclear pero eran profesionales solapados. Ya en 1981, llegaron a contratar como entrenador a Anatoly Shepel, ex campeón de Liga y Copa con el Dínamo de Kiev, y no sólo para dirigir al equipo sino para coordinar las academia de formación de juveniles. Todo iba viento en popa.
Crecieron tanto que en 1986 se encaminaban a llegar a la Tercera Nacional (ya profesional) y accedieron a la semifinal de Copa local y al punto de que el 1 de mayo, en ocasión del Día del Trabajador, ya estaba previsto inaugurar el nuevo estadio “Avangard” con capacidad para 11 mil espectadores en una tribuna cubierta, una cabaña como vestuario y con pista de atletismo, ubicada en el barrio residencial. “El estadio era tan importante para la ciudad como el reactor”, acaso exageraba Kizima.
Vista aérea de Pripyat, la ciudad sede del FC Stroitel que, luego de la tragedia, se mudó de ciudad, pero fue desvaneciendo hasta desaparecer (Graham Harries/Shutterstock)
El defensor del equipo, Alexander Vishnevsky recordó que casi siempre jugaban ante unas 2000 personas que se acercaban a ver los partidos, pero que “todo el pueblo amaba el fútbol”. Jugaban con camiseta blanca y pantalón azul y ganaron la competencia regional en 1981, 1982 y 1983, pero tuvieron problemas burocráticos con la liga y quedaron estancados en la Quinta Amateur.
Sin embargo, todo se frustró y ni siquiera el estadio Avangard pudo estrenarse porque cinco días antes, y cuando ya se hablaba de la construcción de un quinto reactor, el 26 de abril explotó el número cuatro de la planta nuclear en una prueba de seguridad con 31 muertos (5 de ellos, jugadores del FC Stroitel), y todos tuvieron que evacuar la ciudad a la que nunca regresaron.
El equipo de FC Stroitel se mudó a otra ciudad, Slavutych, a 45 kilómetros, construida especialmente después del accidente para alojar a los evacuados y a los nuevos trabajadores de mantenimiento, vigilancia e investigación y tomó el nombre de la nueva ciudad, pero ya sin el mismo ánimo ni proyecto ni presupuesto, desapareció en 1988.
Valentin Litvin fue el jugador más joven del equipo, al punto de que recién iba a la escuela cuando todo comenzó. Tenía seis hermanos, todos jugadores y provenían de la aldea de Chistogalovka. “Estando en noveno grado, debía participar en un partido pero estaba en el examen de álgebra. Nuestro maestro miró por la ventana y vio un micro lleno de adultos sentados y la puerta abierta y preguntó “¿A quién están esperando? Y resulta que era a mí”, contó con humor.
Se graduó en 1978 y comenzó a trabajar como ingeniero en Chernobyl, pero cobraba una pequeña asignación por jugar al fútbol, unos 50 kopecs (unos 4 euros de hoy) para los partidos locales y unos 5 rublos (7 euros) para los regionales. En cambio, a los que venían contratados para jugar los llamaban “campanitas de invierno” porque, como las flores, llegaban a finales de invierno para jugar. Con el tiempo se convirtió en capitán.
Aquel 25 de abril de 1986, Valentin había pasado la noche con su familia en Yampol, a varios kilómetros de distancia. Su mujer estaba internada en el hospital de Prypiat por complicaciones tras el nacimiento de su segundo hijo y ellos estaban cuidando al bebé. Regresó para entrenarse a las nueve de la mañana con miras al partido semifinal contra el FC Borodyaka, pero fue parado por la Policía a la entrada de la ciudad, aunque él notaba que la vida seguía siendo la misma y mucha gente no estaba enterada del accidente (muchos recién supieron hasta 36 horas después), e incluso había salido sol. Al ir al estadio, le dijeron que los jugadores rivales habían sido bloqueados en las afueras de Chernobyl así que decidió dirigirse a la sede del equipo para averiguar si el partido estaba suspendido y un miembro del cuerpo técnico le contó lo del helicóptero aterrizando en la cancha. Subió a la terraza, y desde allí vio la planta de energía nuclear y el humo que salía del reactor 4.
“Allí comenzó lo más difícil –recordó-. Corrí al hospital a buscar a mi esposa, que me contó lo sucedido en la noche mientras los médicos y el personal iban desesperados de un lado al otro y llegaban más y más víctimas. Mi esposa no pudo ser dada de alta, así que organizamos una fuga y salimos por la ventana de la planta baja mientras algunos pacientes trataban de ver lo que pasaba con el reactor parados en una colina y cómo desde un helicóptero se arrojaban materiales al reactor destruido. Salimos de Prypiat en una moto y entre los buses vacíos que esperaban para ir evacuando gente, pero no arrancaron hasta el mediodía del 27”.
A diferencia de muchos de sus compañeros que se fueron al FC Stroitel Slavutych, él terminó jugando para el FC Zarya Vladislavska en la ciudad de Obukhov. Pero con el tiempo, tuvo que volver a Chernobyl como liquidador para recuperación y limpieza. Le tocó ayudar a descontaminar los sótanos de la planta de energía, pero los niveles de radiación eran tan altos que apenas soportaba unos pocos minutos de exposición, limitada con un dosímetro y llevaba también mapas de radiación. Alrededor de 600 000 personas trabajaron en la limpieza que salvó tal vez a Europa de volverse inhabitable, aunque el final del proceso recién está previsto para 2065, si bien los expertos creen que la zona de exclusión estará contaminada por otros tres mil años.
Uno de los más reconocidos evacuados del fútbol de la zona de Chernobyl fue el goleador del Milan y del Chelsea y actual entrenador de la selección ucraniana, Andriy Sevchenko, que en aquel momento tenía nueve años y ya formaba parte de la academia del Dínamo Kiev, la principal ciudad de la zona del Oblast. Junto con otros tres chicos, fueron llevados a 400 kilómetros al sur hasta un campo de entrenamiento en la costa del Mar Negro.
Menos de una semana después del accidente, el 2 de mayo, el Dínamo Kiev debió enfrentar al Atlético Madrid en la final de la Recopa europea en Lyon. El reconocido entrenador de los entonces soviéticos, Valery Lobanovsky, afirmó más tarde que si bien sus jugadores –entre los que se encontraban grandes cracks de la época como Oleg Blokhin, Vasili Rats e Igor Belanov- sabían acerca del accidente de Chernobyl, no quisieron molestarlos en esos entrenamientos previos. Terminaron ganando esa final por 3 a 0.
Eduard Korotkov fue uno de los encargados de viajar en helicóptero dos horas sobre el reactor dañado durante todos los días de ese verano. Comenzaba la actividad tras ver por la noche los partidos de fútbol del Mundial de México, en el que la URSS avanzó a los octavos de final, pero fue eliminada por Bélgica 4-3 en un polémico partido en León y pese a los tres goles de Belanov. Ese equipo contaba también con Blokhin y Rats, y con Lobanovsky como entrenador, todos del Dínamo. “El futbol era el único consuelo para la gente”, le dijo a “Soviet Sports”.
Hoy - cuenta Valeriy Shkurdalov, quien dirige la pagina de facebook Discovery Chernobyl y trabaja como guía turístico de la zona de Prypiat, a “Four Four Two”- el estadio Avangard es una atracción turística, con focos oxidados y la cancha está cubierta de árboles en una ciudad fantasma radiactiva, que está siendo recuperada por la naturaleza.
Comentarios (0)