Tras un golpe de Estado, los militares retomaron el poder en Myanmar

Tras un golpe de Estado, los militares retomaron el poder en Myanmar

El Ejército de Myanmar dio ayer un golpe de Estado y detuvo a los principales políticos, entre ellos, a la Nobel de la Paz y activista prodemocrática Aung San Suu Kyi, en una abrupta marcha atrás en el complicado proceso de retorno a la democracia de la nación del sudeste asiático tras casi medio siglo de dictadura.

 

Un anuncio leído en el canal de televisión de las Fuerzas Armadas informó a los casi 54 millones de habitantes que el Ejército tomará el control del país por un año y dijo que la decisión se hizo necesaria, porque el Gobierno civil liderado por Suu Kyi no hizo nada sobre las denuncias de los militares de fraude en las elecciones de noviembre.

El partido de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (LND), ganó los comicios por amplia mayoría, pero el Ejército, que nunca cedió el poder del todo a los civiles, denunció irregularidades y reprochó al Gobierno haber decidido celebrar las elecciones en medio de la pandemia de coronavirus.

La toma del poder se realizó sin violencia ni resistencia justo el día de inauguración de sesiones del Parlamento surgido de los comicios de la polémica y luego de varias jornadas de rumores de que el Ejército planeaba un nuevo golpe de Estado.

Los acontecimientos constituyen una dramática regresión para Myanmar, la ex-Birmania, que a duras penas estaba tratando de salir de décadas de Gobiernos militares y de un ostracismo internacional que había comenzado en 1962.

También representan una impactante caída de Suu Kyi, quien había pasado años bajo arresto domiciliario por sus esfuerzos por restablecer la democracia y que tras su liberación se había convertido en la líder de facto del país gracias a la victoria de su LND en las elecciones de 2015, que marcaron el retorno a un cierto Estado de derecho.

Aunque Suu Kyi fue una férrea adversaria del Ejército durante sus años de detención, tras su libertad y su regreso a la política trabajó en estrecha colaboración con los generales. La dirigente de 75 años siguió siendo muy popular en Myanmar, pero su apoyo incondicional al Ejército, incluyendo su brutal represión de la minoría musulmana de los rohingyas -que Estados Unidos y otros países han denunciado como un genocidio-, hizo añicos su reputación mundial y la convirtió en una paria internacional.

Sin embargo, el golpe de Estado suscitó una avalancha de condenas internacionales. Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea (UE) denunciaron de inmediato el golpe. "La comunidad internacional debe unirse en una sola voz para presionar a los militares birmanos a renunciar inmediatamente al poder", pidió el flamante presidente estadounidense Joe Biden.