Una amistad inquebrantable: se reencontraron después de 60 años
No hicieron falta palabras, sólo reconocerse en las miradas y en un abrazo eterno para que los más de 60 años que las separaron se borraran en un minuto. Y Mildre y Susana volvieran a charlar como lo hacían allá en su adolescencia, en la casa familiar de los Thoreau, en la zona rural de La Barranquita.
El reencuentro de estas dos amigas ocurrió en Berrotarán. Mildre Thoreau visitaba a su hijo, el padre Edgard Cattana, recientemente designado párroco de la localidad. Un almuerzo, una charla con docentes trajo a la memoria el nombre de Susana Bogni y, allí, un “Sí, es la mamá de mi íntima amiga”. Y la vida quiso nuevamente cruzarlas en el camino.
La historia de esta amistad entre Mildre, quien tiene 86 años, y Susana, de la misma edad, nació cuando en la colonia La Barranquita, ubicada a unos 15 kilómetros de Achiras, se fundó una escuela rural. La familia Thoreau vivía en la zona y llegó allí la señorita Susana a dar clases a hijos de agricultores. Sola en el lugar, entabló una amistad con Mildre y sus hermanos. Fueron años de compartir charlas y secretos.
Pasaron los años y cada una de estas mujeres tomó distintos caminos, pero los lazos de amistad siempre estuvieron presentes.
Emocionado, el padre Cattana, que sin quererlo resultó ser el nexo para este reencuentro, oficia de interlocutor y relata la historia a Puntal.
El padre Cattana, hijo de Mildre, dijo que en su familia siempre supieron de la historia de amistad entre su madre y Susana.
“En mi familia siempre estuvo dando vueltas esta historia. Desde los recuerdos de la infancia, uno de los anhelos de mi madre era: ‘Cómo me gustaría ver a la señorita Susana Bogni’. Pero nunca se habían dado las circunstancias, hasta que yo vengo de párroco acá y mami viene de vacaciones unos días conmigo”, comienza relatando el sacerdote.
Una charla que condujo al encuentro
Fue el pasado jueves cuando, en un almuerzo con directoras de colegios parroquiales, surgió la pregunta sobre si alguien conocía a Susana Bogni y una de las presentes inmediatamente informó que sí. “No fue difícil encontrarla”, menciona el sacerdote. Como en toda localidad pequeña, las familias son conocidas y pasaron unas pocas horas hasta que se supiera de la presencia de Mildre Thoreau.
Enterada Susana, no mediaron más detalles, sólo las ganas de reunirse con su amiga de la adolescencia. Y ocurrió el pasado jueves. “Con una nieta de Susana, la llevé (a Mildre) hasta la casa. Sinceramente, se me escaparon lágrimas. Las dejé charlando tres horas. Cuando regresó, mi mamá dijo: ‘Y recién empezamos’”, describe el padre Edgard.
A pesar de los años, los recuerdos y el cariño recíproco están intactos. Ambas rememoran cada charla o anécdota. “Fue emocionante porque yo le dije a Susana que su nombre siempre ha estado presente en mi familia y ella me dijo que tenía el mejor recuerdo de la familia de mi madre, los Thoreau. Recordaba el nombre de mis tíos, de mis abuelos. Una memoria increíble”, precisa.
Entre sueños y metas
En medio, el padre Cattana señala que su madre vivía en el campo con la familia y no fue escolarizada. “Para la ley es analfabeta, pero muy inteligente”. En aquellos tiempos en los que estas dos amigas se encontraron tenían la misma edad. “Mi mamá no fue la alumna de Susana. Pero ahora, y viendo todo, me cierran muchas cosas. Mi madre siempre insistió en que estudiara, como ella no pudo”, reflexiona.
“Susana quería traerla a Río Cuarto a estudiar o que hiciera algo. Pero mi abuelo decía: ‘Si dejo ir a Mildre, pierdo un peón de campo’”. Por esa época, para los padres el trabajo era primero y el estudio no estaba dentro de las prioridades. Con el paso de los años, todo cambió.
Mildre (86) llegó a Berrotarán a visitar a su hijo, el padre Cattana. Durante una charla surgió la historia de la amistad con Susana, quien vive en la localidad. El jueves se reencontraron.
“Mi madre cuenta que, cuando volvía de los bailes, se cambiaba, se ponía el banquito y salía a ordeñar las vacas”, recuerda Cattana.
“Con los años Susana se fue primero a Río Cuarto y luego a Berrotarán. Mi mamá se casó y se fue de la colonia. Y el contacto se perdió. Pero, como todo está relacionado, la vida quiso encontrarlas de nuevo”, resalta el sacerdote.
Para Cattana, todo está entrelazado. Quiso la vida que él estudiara, como fue el deseo de su madre, y que por ello llegara a ser el sacerdote del pueblo donde se diera el reencuentro tan anhelado de estas amigas.
“Quedaron en volver a encontrarse. Ahora Susana se fue con uno de sus hijos y mi madre vuelve a Sampacho. Pero queda pendiente un almuerzo, otro encuentro”, promete Cattana.
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