Yura Izumoto, la curiosa joven japonesa que descubre la Argentina desde Río Cuarto

Yura Izumoto, la curiosa joven japonesa que descubre la Argentina desde Río Cuarto

Minutos antes, durante la charla, nos había adelantado: “Soy muy curiosa”.

Yura Izumoto tiene 17 años y desde hace poco más de 9 meses se encuentra en Río Cuarto transitando su programa de intercambio cultural por el lapso de un año.

Nacida en la ciudad de Toyota -donde tiene su casa central la marca internacional automotriz y que a la vez es la empresa donde su padre se desempeña como ingeniero-, la adolescente desembarcó en Río Cuarto para descubrir nuestras costumbres y tradiciones que, en ciertos casos, son tan distantes entre sí como los puntos geográficos en los que se ubican Argentina y Japón.

En la casa de su familia anfitriona, emplazada en el macrocentro de Río Cuarto, Yura comparte sus vivencias con la ayuda de Natalia Santa Cruz, quien es su mamá durante el intercambio, y que en ocasiones nos ayuda para que nuestras consultas sean correctamente interpretadas por la adolescente.

Yura relata que en lo que va de su estadía ha atravesado momentos verdaderamente emotivos como así también algunos sinsabores. Desde vivir la pasión futbolera argentina por la obtención de la Copa del Mundo hasta experimentar por primera vez un corte de luz y quedar sin conexión a internet durante algunas horas.

En los primeros meses en la ciudad concurrió al Colegio San Ignacio y luego se incorporó a la Escuela La Merced, donde se fue integrando a lo que hoy constituye su grupo de amigos.

“En Argentina se nota mucho cariño entre la gente y es común el abrazo y el beso. En Japón es solo: ‘Hola’, y no es común que se toque al otro al saludarlo”, comenta Yura.

En cuanto a actividades de recreación para jóvenes de su edad, también encuentra diferencias en cada país: cuando acá lo común son las reuniones grupales, en Japón se frecuentan más los vínculos interpersonales virtuales, pero en soledad.

“Los sábados y domingos hacemos karaoke, vemos una película o jugamos en línea. Hacemos muchas cosas, pero casi siempre solos. Acá es mucho en grupo de amigos o entre familias, y en eso es muy diferente”, sostiene la joven.

Educación

A nivel educativo, también existen diferencias.

Advierte que en el país oriental el sistema de aprendizaje es memorístico y solitario, mientras que en nuestro país experimentó tareas de análisis de contenidos y de trabajos grupales.

“En Japón no se permite ir a la escuela con aros, tatuajes, ni con cambios en el color de pelo. Acá hay mayor libertad en ciertas cuestiones”, comenta en un avanzado nivel del idioma español.

Y agrega: “También aquí el ingreso al colegio es más temprano, debido a que entramos poco después de las 7, mientras que en Japón se ingresa más tarde. Al principio fue difícil acostumbrarme a los horarios”.

La cercanía local con el docente es otra de las diferencias que encuentra comparado con su escuela de Toyota, en donde asiste a una institución católica con orientación deportiva sólo para mujeres, y comparte un curso con otras 230 estudiantes.

La joven maneja a la perfección su idioma japonés y demuestra un aprendizaje avanzado de inglés y español. En su colegio no sólo aprenden los contenidos educativos sino que también practican tenis, danzas y karate, y realizan dos simulacros al año para estar prevenidos ante posibles situaciones de desastre.

Al momento de consultarle qué es lo que más le atrae de nuestro país, afirma: “Me gusta la gente, son muy cariñosos. Las comidas, como el asado, el chorizo y las milanesas. También conocí la Patagonia y me encantó su naturaleza”.

“Es una hija más”

Un intercambio cultural implica una rica experiencia tanto para el joven que participa del programa como para la familia anfitriona que abre las puertas de su casa para brindar el mismo trato que a un hijo más de su hogar.

“Cuando recibís a un chico en intercambio es un 50 % y un 50 %, porque ella tiene que acostumbrarse a nuestro ritmo, a la comida y a todo lo que tiene que ver con la casa. Es ella la que tiene que integrarse a la familia y a la vez nosotros tenemos que ayudarla para que ella se incorpore, enseñándole las costumbres y las reglas del hogar, para que se mantenga una buena convivencia”, sostiene Natalia Santa Cruz.

Yura junto a Natalia Santa Cruz, su mamá anfitriona durante su experiencia. Foto: Matías Tambone.

Yura junto a Natalia Santa Cruz, su mamá anfitriona durante su experiencia. Foto: Matías Tambone.

Y añade: “En esta casa, Yura ocupa el lugar de hija y tiene los mismos privilegios que mi hija Marti. Se le compra a las dos lo mismo y ambas tienen el mismo plan de telefonía, por ejemplo, porque es importante tener en cuenta que ella no viene de visita, sino que viene a ser parte de una familia y la idea es que ella sienta que tiene una familia del otro lado del mundo, y que va a poder volver cuando ella quiera. Porque somos familia”.

La “mamá argentina” de la joven japonesa admite que Yura es muy curiosa, lee mucho y se interesa por las cuestiones culturales del país.

“Ella se ha acostumbrado muy bien a las comidas, pero sí le costaron los horarios y adaptarse al ritmo de vida nuestro. Yura es muy tranquila y acá se vive muy a lo loco. Al comienzo el costó mucho porque pasaba muchas horas sola y otro punto es que hace unos meses mi hija se fue a vivir a Córdoba y eso también le significó un volver a empezar”, comenta la mujer.

La limpieza fue uno de los puntos a abordar en el seno de su nueva familia.

Es socialmente recordado que durante el Mundial de Qatar los espectadores japoneses fueron noticia por levantar sus residuos de las tribunas en el final de cada partido disputado, Yura comenta que puertas adentro de la casa no sucede lo mismo.

“En Japón, los mismos alumnos nos encargamos de la limpieza de la escuela, pero en casa yo quiero hacer como yo quiero. Se aprende a ayudar en los espacios que son compartidos, pero yo quiero ser libre en mi casa, es decir, el colegio es para todos pero en mi casa quiero que sea libre”, señala la joven Yura.

Sobre lo que Natalia opina: “Acá tuvo que entender que en casa se debe mantener un cierto orden, porque si no tendríamos que ponernos a acomodar a la noche después de toda una jornada de trabajo”.

Sobre el final de la entrevista, Yura se muestra interesada en seguir conociendo un poco más de nuestra cultura y, a través del portal informativo de nuestro medio, toma conocimiento de las distintas actividades y eventos previstos para esta semana al tiempo que se entusiasma con la posibilidad de poder asistir.

Mientras tanto, la familia anfitriona le prepara lo que es ya el habitual regalo de despedida a cada joven que recibió en intercambio: un viaje a la ciudad de Buenos Aires para recorrer los distintos puntos históricos y culturales que también nos reflejan como país hacia el resto del mundo.

Así, el próximo 20 de junio Yura retornará al país oriental donde la esperan sus padres biológicos y sus cuatro hermanos menores, para llevarse consigo en sus valijas una rica experiencia que marcará una importante etapa de su vida.