Taylor Swift y la ciencia coinciden en el poder curativo de la música: cuál aplica al cáncer

Taylor Swift y la ciencia coinciden en el poder curativo de la música: cuál aplica al cáncer

Celebridades de la talla de la cantante Taylor Swift reconocieron haber utilizado el arte de la música en momentos difíciles como medio de sanación personal y la ciencia les dio la razón: la Sinfonía n.º 5 de Beethoven destruyó hasta un 20% de células cancerosas.

Un grupo de científicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro, liderado por la Dra. Márcia Alves Marques Capella, comprobó que tal reacción no afectó a las células sanas expuestas a diversas composiciones musicales.

Muchos habían sido los músicos, además de Taylor Swift, que expresaron que la música no solo es una forma de expresión artística, sino también una herramienta poderosa para la curación emocional y mental.

Paul McCartney mencionó cómo puede ayudar a sanar y cómo la utilizó para lidiar con la pérdida; Björk, la artista islandesa, exploró temas de salud mental y apeló a la música como una forma de terapia, influyendo positivamente en su bienestar emocionalDemi Lovato reveló su lucha con la salud mental y empleó la música en su proceso de sanación, y Elton John eligió a la música como un medio para superar sus propias luchas y apoyó la musicoterapia en su trabajo con organizaciones benéficas.

Simultáneamente, la ciencia aportó hallazgos que vinculan el estímulo musical con la actividad neuronal.

Pruebas con electrodos en el cerebro

El investigador Narayan Sankaran lideró una investigación llevada a cabo en pacientes con epilepsia que estaban bajo tratamiento quirúrgico y, gracias a electrodos implantados en sus cerebros, observaron de cerca los efectos en la corteza auditiva de los participantes mientras escuchaban música y otros sonidos.

El análisis de los datos mostró que estas neuronas responden a elementos específicos de la música, como el tono, el ritmo y la transición entre notas.

Estas neuronas también son capaces de anticipar las notas siguientes basándose en los patrones previamente escuchados, lo que destaca una capacidad predictiva exclusiva relacionada con la música.

Los resultados revelaron que un grupo específico de neuronas se activa exclusivamente ante estímulos musicales.

Mientras que otros sonidos, como el habla o el ruido ambiental, no generan la misma respuesta.

Estas neuronas no solo procesan la música como un conjunto de sonidos aislados, sino que también interpretan las melodías en un contexto.

Cuando una nota inesperada o fuera de lo común aparece en una melodía, estas neuronas muestran una mayor actividad, lo que sugiere que el cerebro disfruta de lo inesperado y que este proceso está vinculado con nuestras respuestas emocionales a la música.

Reacciones según intérpretes

Los investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro que estudiaron los efectos de la Sinfonía n.º 5 de Beethoven en las células cancerosas, también observaron un efecto similar con Atmosphères de György Ligeti, no así con la Sonata para dos pianos de Mozart.

Sugieren que el ritmo y la frecuencia de ciertas piezas podrían influir en estos efectos biológicos.

Aún se desconoce el mecanismo exacto, pero este hallazgo abre puertas a nuevas estrategias terapéuticas no invasivas.

Refuerza la idea de que la música puede tener aplicaciones más allá del bienestar emocional y psicológico.

El enfoque de músicos docentes

El joven profesor de música Nano Abadal, que estudió a fondo cómo orientar en la actividad neurocognitiva la enseñanza de instrumentos que usan los dedos, como piano y guitarra, no cree que la música sea un remedio milagroso.

“Es una actividad, una disciplina y un arte, que tiene beneficios en la medida que exista un compromiso o un enganche, una inquietud, pero no alcanza con poner Claro de Luna de Debussy una vez y pretender que vamos a conectar neuronas (quizás sea ínfima); debe trabajarse la percepción, relacionarse, recordar”, desgranó.

Puso un ejemplo práctico sobre cómo funcionan las conexiones neuronales, las motrices, como mover los dedos, y la escucha.

Ejemplificó: "Si toco Let it Be de los Beatles en el piano, y retengo el nombre de cada acorde, y lo mismo mi memoria recuerda las digitaciones y teclas de los acordes, aunque sea de una manera aproximada; podría  tener una actitud activa recordando la forma de los acordes, y entendiendo via memoria auditiva lo que va ocurriendo en la canción".

Prosiguió: "Se puede comprobar con la música clásica que si ponemos ´Claro de luna´ de Debussy, y la escuchamos una vez, dos veces, y logramos retener primero las impresiones sonoras que la componen, y luego reconocer los momentos y al tiempo de escucharla, anticipar la obra en si misma, habremos interconectado neuronas".

En las distintas y miles de versiones "Misty" de Erroll Garner, "si logramos entrever, percibir, lo común a todas, la esencia, y a su vez percibir las diferencias entre ellas, ya sea superficialmente (sin tecnicismos musicales) o lo que seria mejor (con tecnicismo musical), esa memoria auditiva se profundiza y se complejiza, y eso supone per se, más conexiones neuronales".

Respecto del hallazgo científico de la cura de las células cancerígenas, relativizó, como músico, la posible contundencia interpretada: "No creo que sea tan lineal. Ahora, que la música tiene un factor terapéutico que se encuentra en la base de su razón de ser, no lo dudo".